BONHOMÍA.
Este es un reto de un grupo de escritores que nunca dejan de enseñarme a luchar por mis sueños. Gracias.
La noche antes de abandonarnos, escuché cómo mi padre le reprochaba a mi madre la manera en la que hasta entonces me había educado.
— Le has convertido en un mariposón. No se comporta como un niño de su edad. Es torpe en los deportes, tan tímido que tartamudea cuando le pregunto algo simple y vive siempre con la cabeza metida en un libro.
Mi madre no se quedó atrás y le contestó.
— A Alex no le gusta el fútbol, tartamudea cuando le preguntas, porque se siente presionado y teme avergonzarte y sí, le gusta leer algo aparte del AS y el MARCA ¿Y qué?
— ¿Qué? Que no es lo que yo esperaba — respondió muy furioso — Quería un sucesor para que se ocupase de mis negocios, no un experto en letras y mamarrachadas.Y no le llames Alex, Alejandro, así consta en su acta de registro.
— De verdad Manuel, no sé qué narices te sucede. Te pasas la vida amargado e intentando controlarlo todo. Siento decirte que nuesttro hijo no es como tú ni como yo. Es único y muy especial — dijo acercándose a él para abrazarle y, como en muchas ocasiones, zanjar el posible conflicto — Ven aquí anda, dame un abrazo.
Pero él la rechazó y se fue de casa. Ese día se repitió durante años en mi día a día. Haciéndome sentir culpable por no ser como él quería.Un mes después llegó la separación y después el divorcio.
Mi madre recibía puntualmente un generoso ingreso mensual para mi manutención. Nada más. Ni llamadas por mi cumpleaños ni una tarjeta por Navidad…Nada.
Mi padre volvió a casarse y nosotros seguimos con nuestra vida.Un día mamá tuvo un accidente y perdió la movilidad de las piernas durante mucho tiempo. Le costó superar varias operaciones y muchas sesiones de rehabilitación.
Cada tarde, de lunes a viernes un taxi nos llevaba al centro hospitalario.Yo casi siempre terminaba mis tareas en el colegio. Iba dos cursos por delante de los chicos de mi edad.
Mi madre compraba revistas de Autodefinidos cada semana y, mientras hacía sus ejercicios su fisioterapeuta, ella y yo, resolvíamos un par de páginas de aquellos acertijos.
— Con diez letras, libro oficial de medicamentos. Arte de preparar los farmacos — leía yo.
— ¡Farmacopea! — respondía mamá.
— Este es fácil: con cinco letras, muro — volvía a leer para que Jorge lo resolviera.
— Pared — contestaba y añadía: me estás leyendo las más fáciles.Así nunca seré tan listo como tú, chaval.
Jorge fue la figura paterna más cercana que tuve.Su influencia y ayuda fueron básicas cuando quise ser un chico malote y empecé a hacer el idiota.Me emborraché por primera vez. Me puse muy malo.Creí vomitar los últimos mil desayunos de mi vida.Me dolía la cabeza y el estómago. Después me dio por contestar mal a mi madre y a quejarme por todo. Solo cesaba la guerra durante la hora de rehabilitación cuando los tres seguíamos nuestra rutina sagrada de resolver enigmas de palabras.
Un día, mientras mamá se cambiaba, ya muy cerca de estar del todo recuperada, Jorge se sentó junto a mí.
— Escucha Alex, creo que te estás equivocando al comportarte así.
— Así ¿Cómo? — pregunté.
— No finjas conmigo. Tu madre está preocupada.
— Me da igual — dije cruzándome de brazos.
— No sé qué quieres demostrar con este ataque de rebeldía. Tú no eres así, chico. Eres noble, muy inteligente y sensato.
— No. Yo soy malo. Soy como mi padre. Nos abandonó porque no le gusta como soy.
— Eso no te lo crees ni tú.
Yo negué con la cabeza.
— No me conoces — aseguré.
Jorge me respondió con uno de nuestras definiciones-retos:
— Con ocho letras: Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento.
Yo tuve que pensarlo un rato.
— ¡BONHOMÍA! — grité entusiasmado.
— ¡Eso es, hombrecito! Es lo que a tí te sobra y a tu padre le faltó. Eres mucho más listo y generoso que él y, ¿sabes porqué lo sé?
— No — repliqué.
— Porque no supo valorar lo maravillosos que sois. Ahora dame un abrazo.
Y así dejé mi intento de ser díscolo y mis complejos aparcados en el hospital para ser quien yo quería ser y darle a mi madre y a Jorge todas las alegrías de las que ellos fueron dignos.
Decidí estudiar psicología. Me va muy bien, la verdad.Hice incluso fortuna y, decidí fundar con mi padrastro y mejor amigo Jorge una ONG para tratar a niños con problemas de adaptación, ansiedad y miedos varios. El centro acoge a chicos con todo tipo de necesidades, clase social y perfiles ¿Su nombre?
El de la palabra que me cambió la vida.