Dos versiones de un amor

Victoria Fortún
4 min readFeb 10, 2021

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1. Él

Cuando nos conocímos, la miraba con cara de tonto. Era preciosa, lista, generosa y tenía una sonrisa disponible para todo el mundo.Ni siquiera le dí la oportunidad de negarse. Entré a saco en su vida. Creo que nunca he estado tan obsesionado por tener a alguien entre mis brazos y mis sábanas.

El problema, ahora lo reconozco, es que una vez que la tuve, no fui considerado con sus deseos. Ella quería seguir yendo a sus clases de bailes hawaianos. Yo me quejaba porque ese tiempo no estábamos juntos. A ella le gustaba leer y, a mí que viera los partidos de fútbol conmigo. Ella disfrutaba viendo museos, yo me pasaba las visitas culturales con cara de esparrago pocho.Por fastidiar.

Me hizo ilusión cuando me dijo que estaba embarazada. Supe que aceptaría ser mi mujer. Aunque, al nacer Duna, Paula fue sobre todo y ante todo madre.La madre más perfecta, sensible y adorable que mi hija podría haber tenido. En ese momento, sin embargo, me sentí abandonado. Mi encaprichamiento me llevó a competir por su amor y fue la primera vez que se enfrentó a mí llamando a las acciones estúpidas que yo llevaba a cabo, por su nombre.

Lo asumí todo y entonces, empecé a sentirme padre y cabeza de familia. Pasaron cinco años y, no sé si fue la crisis de los cincuenta pero…empecé a mirar a otra.De repente vi a mi mujer mayor, con unos kilos de más, demasiado vieja, demasiado descuidada, demasiado triste. A Rocío, en cambio, le iba la marcha y que yo la empotrase contra los azulejos del baño de cualquier cafetería.

Pedí la separación a Paula. Usé eso tan manido de “ no eres tú, soy yo” “me he desilusionado de lo nuestro” “sabes que hace tiempo que ya no estamos bien”

Cuando me preguntó si había alguien más, no pude evitar sonreír, y ella lo supo al instante.

Pasé seis meses follando cada día, intentando impresionar a Rocío y enfadándome cuando Paula me echaba en cara que había vuelto a olvidar ir a recoger a nuestra hija y cumplir con mis obligaciones.

Un día Duna me preguntó “ Papa ¿tu ya no me quieres?”

Y, al día siguiente, Rocío me dejó por Whatsapp.Por supuesto fui a verla para que me explicase a la cara su comportamiento. Me respondió que, si se me ocurría volver a su casa o molestarla, me denunciaría por acoso.

Un día, meses después de nuestra separación y de que Rocío me dejase tirado como la colilla que era, fui al parque donde Duna solía jugar. A nuestra hija le encantan los columpios. Paula estaba allí. Sentada en un banco, vigilando a la niña y charlando con otras mamás.

Se puso tensa cuando me vio llegar.

Dí un beso a la niña y le dije a Paula que quería hablar con ella.

Asintió. Avisó a Duna que solo le quedaban diez minutos de parque y a mí que ese era el tiempo con el que contaba.

— Quisiera pedirte perdón — dije— No me porté nada bien contigo. No sé que me pasó.Durante unos meses me sentí deseado, joven, poderoso y me dejé llevar.

— Agradezco que seas capaz de disculparte.

Me miró a la cara y me volvió a parecer preciosa. Me encantó su pelo salpicado de canas plateadas.Volvió a enamorarme su sonrisa, aunque no era completa y, ¿sus kilos de más? no los vi. No sé si era porque se habían marchado o porque yo solo pude distinguir una mujer más redondita pero igual que aquella chiquilla a la que perseguí sin descanso.

Le rogué que me dejase acompañarlas a casa paseando.Afortunadamente asintió.

Duna, tan lista como su madre, nos cogió a cada uno de una mano y nosotros jugamos a hacerla saltar.

Al llegar al portal Paula abrió. La niña se adelantó escaleras arriba.

Le pedí a Paula más tiempo para hablar. Le ofrecí salir a cenar al día siguiente, curiosamente era 14 de febrero.Me miró y sentenció:

— Mira Juan. He pasado meses deseando que volvieras. Pero ya no. Serás siempre el papá de Duna y el primer hombre que me enamoró.Nada más.

Esa vez me tocó preguntar a mí:

— Dime ¿has encontrado el amor?

— Sí — dijo, y me sentí cómo si me clavase algo muy afilado — Lo he encontrado. Estaba entre las amistades que dejé de ver porque a ti te molestaban, en las clases de baile que abandoné, en la horas que perdí haciendo solo lo que a ti te hacía feliz y siguiendo por fin los deseos de mi corazón.

Cuando se volvió hacia la puerta, le tomé el brazo para acercarla a mí y decirle:

— Puedo cambiar. Puedo ser todo lo que tu quieras que sea.

Ella movió la cabeza de un lado a otro

— Esa es la gran diferencia entre tú y yo: yo te quería tal y como eras, aún sabiendo que me hacían daño tus continuas demandas y exigencias.No debí dejar de ser feliz para hacerte a tí sentir bien. Ahora, te pido por favor que me sueltes el brazo y el corazón.Ya no te pertenecen.

Me marché sintiéndome un loser y más enamorado y orgulloso de ella que nunca.

Esta canción creo que resume perfectamente lo que sentiría Juan.

Soy super moñas.

Victmoña Fortún.

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Victoria Fortún
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Written by Victoria Fortún

Me gusta contarme historias y por eso las escribo. Mi cerebro bulle . Estornudo letras. Invento ficción para no morir de un cólico de realidad.

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