DUMBO.
Antes de que Eloy Moreno escribiera “Invisible”, mucho tiempo antes, yo ya había vivido todo lo que pasa en ese libro, el acoso escolar.
Esa es una de las razones por las que si me dieran la oportunidad de volver a mi infancia nunca lo haría. No al menos sin la ventaja de saber lo que sé ahora.
“Dumbo” fue durante mis años de enseñanza general básica, el insulto más frecuente que me regalaban algunos de mis compañeros del cole y cuando se enfadaba, mi hermano mayor.
La historia de hoy tiene forma de súplica. Por favor, no normalicemos el acoso. El problema es, que no se buscan soluciones concretas. Está inoculado en nuestra cultura el hecho de que es normal, de que los niños deben defenderse solos y de que todos, de un modo u otro lo hemos sufrido y lo superamos.
Basta ya.
Igual si esto es algo tradicional o cultural, debemos plantearnos que las costumbres pasadas eran inhumanas, perversas y que crearon unos ciudadanos que conseguían poder y la atención, usando armas no lícitas ni éticas.
“Orejotas”
“Dumbo”
“No tienes orejas, tienes parabólicas”
“¿Oyes bien?”
“Eres como un 600 con las puertas abiertas”
“Te has escapado del cuento de blancanieves, eres mudito”
Ahora, aunque no soy psicóloga, me gustaría explicaros qué clase de secuelas deja el acoso en la edad adulta:
Yo me he sentido profundamente sola y muy avergonzada por varias razones: por no ser como el resto, por no tener su respeto, porque nadie me considere lo suficientemente válida para dar la cara por mí (ni alumnos, ni profesores, sí mis padres).
Sentí que no era lo suficientemente buena.
Tuve miedos estúpidos y dificultad para relacionarme. Durante un tiempo, me he estado defendiendo de ataques que no existieron y dándole importancia a palabras que deberían haberme escurrido.
Con los años surgen terapias de choque que uno mismo se aplica y maravillosas personas que te hacen ver, que a lo mejor ,explotar lo que te hace diferente, ayuda a que llegues a encontrar un tesoro escondido bajo capas de porquería que te han echado y tu misma las has dado vida, con el victimismo y la falta de autoestima.
El tiempo lo cura todo. Los elefantes de orejas grandes acabamos sobrevolando el dolor y canalizándolo así, compartiendo experiencias.
Terminé el libro de Eloy, en un Rodilla, a punto de entrar a trabajar. Lloré tan amargamente que una camarera se acercó a preguntarme si podía ayudarme. No. No podía. Solo pude yo. Escribí un mensaje de agradecimiento al escritor que supo plasmar a la perfección lo que yo había hecho hace muchos años en un cuento infantil que juro algún día verá la luz. Por cierto, me contestó y yo, me sentí muy importante.
¿Se supera?
Con creces.
¿Qué te enseña el acoso?
Que algún día te querrás tanto, que nadie podrá volver a tumbarte. Puede que te tambalees, pero no te llegas a caer. Eres Dumbo, fluyes y sobrevuelas todo lo malo.