EL JEFE IMBÉCIL DE RUMBATEL.
El trabajo era muy importante para mí. Significaba independencia, subsistir por mis propios medios y relacionarme con otras personas. Tenía truco: estudiar sus comportamientos e inspirarme en ellos para mis novelas.
Lo de ser teleoperadora fue la guinda del pastel en mi curioso mundo.
“ Buenos días, mi nombre es Arancha Fernández, ¿ Es usted el titular de la línea? Encantada SrX. El motivo de mi llamada es ofrecerle un cambio a nuestra compañía telefónica, Rumbatel le ofrecemos tropecientos miles de gigas más cuquicientos minutos gratis para sus líneas móviles…”
Creo, que sonaba tan poco convencida,que me llamaban de todo y me colgaban. A veces, el sistema me obligaba a repetir las llamadas y entonces se cebaban conmigo. En dos meses me insultaron para tres vidas.
Ese mes no había llegado a los objetivos que me marcaban.
La secretaria de Don Rafael se acercó a mí mini espacio. Era una mujer muy muy guapa pero tremendamente maniática, obsesionada por la limpieza y muy hipocondriaca.
— Arancha, hermosa. Tienes que pasar por el despacho de Don Rafael.
Yo la miré un poco agobiada.
— Está bien Rosa. Gracias.
Me levanté y desde mi cubículo fui en dirección a su despacho como quien va al matadero.
— ¡Espera! — dijo Rosa cortándome el paso.
— Puedes calentarle un poco. Si lo haces, Rafael no sé atreverá a echarte. Pero recuerda que es mío.
« Ay la madre del cordero. Estos dos están liados»pensé.
— ¡ Adelante, Arancha!—dijo mi jefe.
Tenía una voz grave y aterciopelada. Olía a sándalo y pimienta. Vestía un traje Hugo Boss como si lo llevase cosido a la piel.
Sin embargo…era un imbécil.
— Iré al grano : lleva dos meses en mi empresa. El primer mes superó usted los objetivos empresariales, conseguimos 60 clientes nuevos. Este mes no ha llegado ni a 10. Ni a 10 — repitió como si yo fuera sorda o boba. Intenté abrir la boca para responder. No me lo permitió.
— Me cae bien, Arancha. Tiene unas piernas preciosas y un currículum excelente. Sin embargo, si no tiene nada más que ofrecerme…creo que tendré que prescindir de usted.
— Perdón—dije — ¿ Me explica exactamente qué quiere decir con “algo más que ofrecerle”?
Sonrió.
Sí. Era eso. Quería “ favorcitos”
Escarbé un poco en mi bolso. Había estado unos días antes comprando artículos de broma con mi sobrino.Y...¡ZAS! Se me ocurrió.
Comencé a desabrocharme la blusa que llevaba puesta. Él abrió mucho los ojos y se relamió los labios.
— ¿ Puedo entrar un momento en su baño?
Don Rafael, ya con la sangre muy lejos de su cerebro, asintió.
Entré. Saqué de mi bolso un sobre de polvos Sanromá, polvos para estornudar. Los extendí soplando a todas direcciones y salí muy rápido aguantando la respiración.
— Esta tarde espero el finiquito. Gracias.
Había dejado la puerta del baño abierta.
Rosa esperaba fuera del despacho.
— ¿ Qué?¿ Me le has dejado a punto? — dijo Rosa.
— No tiene buena cara. Creo que está enfermito— susurré disfrutando de su gesto de desagrado.
Recogí mis cosas y me marché.
Salí a la calle y me invité a desayunar. Después de arruinar el polvo matutino de una pareja de necios, decidí que merecía un premio.
Esa noche tuve material para un par de capítulos.