EL TRAJE MÁGICO.
Esto lo escribí durante el confinamiento, cuando pensábamos que estaríamos solo unos días en casa, lejos de nuestra rutina. Salíamos a aplaudir a los que se estaban arriesgando por nosotros. Muchos ya no están. Quiero pensar que a pesar de todo el dolor, en algún momento, el amor se habrá abierto paso, como en esta historia.En agradecimiento a ellos y al pueblo de Porcuna, por destinar material a los sanitarios cuando quien debía hacerlo, les hizo sentir abandonados, sin red, sin armadura en un campo de batalla lleno de muerte y contagios.
Despertó. Quería haber estado viendo una de esas películas de sobremesa, de esas que comienzan con una catástrofe mientras te vas durmiendo. Cuando abrió los ojos, el mundo se había salvado y, ondeaba la bandera americana. Pero era real. Había sucedido y no tenía pinta de acabar pronto. La pandemia les estaba pasando por encima como una apisonadora.
Paloma lo notaba en la cara, marcada por las gafas y la mascarilla. Se había hidratado la piel, llena de granos por el sudor que generaba tener el EPI casero hecho de bolsas de basura.
Fue un día difícil. Todo había sido inútil. Ni sus ganas, ni sus esfuerzos por mantener la moral alta. Casi todos los pacientes que entraron en su turno durante esa semana, habían muerto. Se sentía impotente.
« Una no se hace enfermera para tapar cuerpos rígidos en inmóviles. Estudié enfermería para ayudar. Esto es una mierda.»
Se subió al coche. Iba a darse el lujo de llorar, pero sonó el teléfono. Pulsó el botón de descolgar y sonrió. Era su sobrino. El único capaz de dibujar una sonrisa en sus labios agrietados.Escuchar su voz a través del altavoz, era curativo.
— ¡Principito!— saludó.
— Princesa — dijo él.
— ¿Qué has hecho hoy?
— He terminado las clases. He hecho los deberes y he leído un poco del libro que me regalaste.
— Eso está muy bien mi vida.
— Está muriendo mucha gente, ¿verdad?
« La madre que los parió. Les he dicho que no dejen que vea el telediario, Marcos es muy sensible», pensó.
— Sí mi cielo.
Se hizo un silencio incómodo. Se sintió culpable. Nunca le había mentido.Pero no quería que sufriese.
— Tía ¿te vas a morir?. No quiero que te contagies y te mueras.
— Eso no va a pasar. Ningún virus te va a librar
de ver pelis de amor conmigo. — Intentó bromear.
— Eso no lo sabes — rebatió Marcos.
— ¿No te he hablado del traje mágico? es un traje especial que llevamos los que trabajamos en mi hospital. Nos lo han mandado de Porcuna, un pueblo precioso.
— ¿De verdad?
« No es mágico cariño, pero no quiero que sufras por mí.» «Al menos hay gente solidaria que nos ayudan a protegernos.»
— Llevamos el uniforme, una bata protectora, unos guantes especiales, unas gafas, un gorro y una mascarilla. No pasa ni una mota de polvo a nuestro cuerpo.
— En las noticias dicen que…
— Mi cielo, en las noticias no pueden decir que los hospitales tienen trajes mágicos porque sino, todo el mundo los querría. Porcuna es un pueblo pequeño.No dan abasto para fabricar trajes especiales para todo el país.Además es información reservada.
— Y tú me lo has contado a mí.
— Sé que tú me guardarás
el secreto — impostó una voz misteriosa.
— Tengo ganas de verte.
— Y yo. Pórtate bien. En poco tiempo esteremos juntos otra vez — le prometió.
— Descansa mucho. Mañana tienes que cuidar de mucha gente.
« Pobrecito mío. Pensará que tengo superpoderes»
— Te quiero, principíto.
— Y yo. De mayor quiero ser enfermero, como tú.
«Yo quiero creer en los cuentos de hadas, como tú, mi niño bonito.»
¡Gracias sanitarios!
Es imposible desear que, cuando esto pase todos seamos mejores.A vosotros os quedarán heridas imborrables. Os regalaría un traje mágico, pero solo tengo palabras para crear cuentos.