ETIQUETAS
Odio las etiquetas. Confieso que al ponerme la ropa, al principio no lo percibo. Es después. Cuando estoy en el coche, en el trabajo o en cualquier lugar donde no puedo desnudarme ( menudo espectáculo de los malos) o contar con unas tijeras.
Mi amor se ríe cuando ve dos agujeritos en la parte trasera de mis braguitas.
— No tienes paciencia—dice él, que suele adelantarse y quitar con un abreojales esos trocitos de tela cosidos con un hilo transparente y dañino.
— Soy como la princesa del guisante— me defiendo.
Supongo que ya se ha acostumbrado a que tenga un cuento para cada ocasión.
No viene al caso, pero como este es mi blog, aprovecho para saludar a los que nunca han entendido por qué mi amor está con alguien como yo. También usan etiquetas: desastre, con la cabeza en las nubes, loca para mí y perfeccionista, sereno y meticuloso para él.
Os contaría mis secretos, pero dejarían de serlo.
Quizá es que le engañé, le di una pócima o le regalé una bonita historia cada noche, desde hace 21 años para que al día siguiente no me decapite. En realidad se llama : hacer el amor a su cerebro.
Estimados señores fabricantes y cretin@s varios que juzgan mi mundo: meteos las etiquetas por dónde amargan los pepinos.
Gracias.