FLORES DE OTOÑO.
Paseaba triste con su perro cuando empezó a llover.
« Lo que faltaba» pensó. Sentía que su vida era una porquería.
Hacía un par de semanas decidió no humillarse más. Si él no la quería en su vida, si no valoraba lo mucho que se preocupaba por él, por buscar una razón para hacerle sonreír… No podía hacer milagros.Renunció a volver al mismo bar los viernes, a hacerse la encontradiza y a llamarle.
El agua mojaba su pelo y sonaba al golpear su abrigo.
También llovía desde sus ojos.
Las hojas secas de aquel otoño crujían al pisarlas.
Sus pensamientos se repetían una y otra vez:
« ¿ Por qué no me quiere?»
« ¿ Es que no ve que me gusta muchísimo?»
« Claro que lo ve. Pero no soy suficiente…»
Durante un rato, se dedicó a flagelarse, insultarse e infravalorarse.
Entonces, algo muy estúpido sucedió. Su perro trajo un trozo de rama en la boca. Venía hacia ella feliz, moviendo el rabito y mirándola como si no quisiera ver nada más.Como si en ese instante solo contase ella.
Sonrió.
Ese simple acto,le hizo mirar el mundo con otra perspectiva.Se secó los ojos y levantó la cabeza.Miró a los árboles, dignos a pesar de su desnudez.
Los árboles se quedaban sin sus hojas y no se pasaban el otoño lamentándose. Al perderlo todo, se preparaban para crecer, brotando nueva vida, dejando espacio para un gran comienzo.
De propuso volver a casa, secarse la tristeza y buscar el sol aún en días de otoño.
Debió pasar el invierno y la primavera hasta que en su corazón brotaron nuevas flores y desde entonces, siempre ha mirado al otoño cómo un renacimiento y no como una pérdida. Lo mismo pasa con el amor.