Victoria Fortún
4 min readDec 25, 2020

GRACIAS PAPÁ NOEL

Poneos en mi lugar. Soltera. Invitada a la cena de Nochebuena en casa de mi mejor amiga, que por cierto, está embarazadísima.

Hago mis platos estrella: Besugo al horno y arroz con leche. Estoy preocupada. Vamos, como siempre. Me gusta controlarlo todo y no fracasar nunca, ni en casa, ni en el trabajo, ni jugando al pádel.

Lo del amor… eso ya son palabras mayores. Es que los tíos que me he encontrado por la vida no encuentran la llave para darme cuerda y hacerme funcionar.

Tardo en aparcar. Mi Porche no puede quedarse en cualquier sitio. Desciendo y me coloco el abrigo,los guantes y la bufanda. En ese momento pienso lo a gusto que estaría yo en casa, con mi gata Juno, la mejor amiga después de Rocío que podría tener. Cojo las bolsas con los tuppers y otra más con regalitos para el futuro bebé.

Voy a llamar al timbre de la urbanización,pero justo sale una pareja y me dejan entrar al ver que voy cargada. Un hombre pasa también detrás de mí. Hacen lo mismo. Doy las gracias y felicito la noche.

Cuando voy a llamar al telefonillo del portal, veo que se han dejado la puerta abierta. La gente es muy descuidada.

Pulso como puedo el botón del ascensor. Entro y pulso el botón superior el número 14. Las puertas se deslizan pero alguien mete la mano para evitar el cierre.

« Si lo ve Miguel Ángel, destruye su David»

— Perdón— dice— llego tarde y este ascensor es muy lento.

— Tranquilo— digo con una sonrisa. Si creyera en Papá Noel, lo pediría, así, sin envolver ni nada.

Y sucede. La magia de la Navidad o la Ley de Murphy. Sentimos una sacudida, la luz se apaga y el ascensor se para.

¿ He dicho que soy adicta a la perfección? ¿ He contado que necesito controlarlo todo, ser la mejor?

Vale. Pues fallo en una cosa. Tengo una debilidad, como dice el bolero: soy claustrofóbica.

Se enciende la luz auxiliar del aparato. Empiezo a hiper ventilar. Toco primero el botón de la alarma y después el número 14, treinta veces seguidas.

— Tranquila— dice su voz mientras quita mi mano de la botonera.

Miro al suelo. No me fío, pero parece limpio. Dejo mis bolsas en el suelo y desabrocho mi abrigo. No puedo respirar. Intento coger aire. Solo consigo boquear. Esto es la maldición del besugo que traigo. Él que estaba tan feliz, y lo sacan del agua.

Estoy temblando.

— ¿ Te encuentras bien? — dice el Adonis sujetándome por los hombros y haciendo que le mire.

Qué vergüenza.

Mira su móvil.

— No hay cobertura— dice chasqueando la lengua. — Debe ser un corte de luz.

Corte el que tengo yo.

Su piel desprende un aroma especiado y dulzón. Es perfecto.Se ha caído un ángel y estoy encerrada con él. No puedo respirar.

Noto su mano en mi cintura.

— Por favor. Respira despacio. Te está dando un ataque de pánico.

¡ Qué voz! Grave, dulce, serena.

— Vamos. Piensa en otra cosa.

Golpeo las puertas plateadas.

— ¿ Cómo te llamas?

— Ágata.

— Encantado. Soy David( lo que yo te digo. El monumento con vida. Es como Pinocho pero buenorro). Creo que vamos a estar un poco más aquí.

— No me digas eso — digo haciendo un puchero.

Se quita su abrigo y lo coloca en el suelo.

— Por favor. Ven a sentarte. Cuéntame¿ A qué te dedicas?

— Tengo una empresa de eventos, ¿ Y tú?

— Soy médico.

— Justo lo que necesito.

Sonríe. Me impresiona aún más.

Se me están durmiendo los brazos. Me invade el terror.

— Me está dando un infarto.

— No. Estás de infarto, que es otra cosa— bromea.

Intento sonreír.

Abre una bolsa. Saca una botella de Baileys, la abre.

— Bebe.

— No. Tengo poca resistencia al alcohol.

— Genial. Bebe por favor.Esto no parece moverse. Tu novio tendrá que cenar solo.

Sacudo la cabeza.

— Estoy sola. Nadie me echará de menos. — me siento miserable.

Vuelve a sonreír.

— Estamos empatados.

Bueno. Así empieza mi nueva vida.

Cuando las puertas se abrieron nos habíamos perdido la cena con mi amiga y su bombo, pero habíamos encontrado el momento, el lugar, la oportunidad y nuestros cuerpos.

Nos devoramos y después compartimos los tuppers. Y después más besos y fluidos varios.

A las 7 de la mañana nos alertó otra sacudida. Las puertas se abrieron y mi amiga apareció tras ellas.

— ¡ Cuánto lo siento, Ágata!

Veo que ya conoces a David, mi hermano.

« No. Es mi regalo de Navidad» pensé.

Por cierto. Me descontrola. Ha encontrado mi interruptor y me hace reír ¡ Gracias Papá Noel!

Victoria Fortún
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Written by Victoria Fortún

Me gusta contarme historias y por eso las escribo. Mi cerebro bulle . Estornudo letras. Invento ficción para no morir de un cólico de realidad.

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