LA CABRONA QUE VIVE EN MÍ NO SABE VALORAR A UNA VENUS.
Ya sé lo que estás pensando: sí. Me he quedado muy a gusto con el título. Hoy he estado consultando con una doctora maravillosa sobre los cambios por los que ha pasado mi cuerpo a lo largo de los años.
Mis amigos me oyen decir que a los 24 estaba mejor desnuda y a los 45 mucho más atractiva vestida. Reconozco que me miro al espejo y físicamente no me gusto. Si escucho a la cabrona que vive en mí, dice cosas muy dañinas.
Mi doctora decía que en la adolescencia nos visitan unas curvas y en la menopausia otras. Y me ha divertido en especial cuando me ha dicho que hay que plantearse si renunciar a lo que sabemos a los 40 es el precio a pagar por tener un cuerpo diferente.
Ha terminado la consulta diciendo: “ Saca pecho”
Seamos realistas. Si saco pecho, puedo sacarle a alguien un ojo.
Pero he pensado en lo de las curvas. Creo que sonrío más que nunca. Me quedo con la curva de mi boca y mis carcajadas por poca cosa.
No me tiño el pelo. Tengo un mechón blanco de canas que me he ganado a base de lagrimitas y frustraciones. No veo bien de lejos. Pero huelo a los idiotas a tres calles de distancia. He perdido algo de forma física. Pero aguanto cretinos con una flexibilidad pasmosa.
Igual es verdad. Que tengo cuerpo diferente, de Venus. Jajaja. No la diosa maciza que sale de una enorme concha. No. La escultura prehistórica que era venerada por su capacidad creadora y se creía que podrían guardar secretos en su interior, a modo de joyero.
La cabrona que vive en mí, dice que sencillamente estoy gorda. La he dejado sin volumen MUTE. Es uno de los superpoderes que guardo en mi interior. Que la den, no sabe apreciar el arte.