LA SOPA DE “LEVANTAMUERTOS” II
Mi abuela compró jamón, gambas, huevos y algunos ingredientes secretos que, cómo comprenderás, no puedo compartir aquí. Los secretos de familia se tienen que respetar.
Cuando las cestas ya estaban llenas mi abuela me pregunto:
— ¿Quieres tomar un chocolate con churros antes de volver a casa?
Yo asentí encantada, porque el frío empezaba a dormirme los pies y las manos. Dentro de la cafetería nos acomodamos.
— Abuela, ¿vas a contarme lo de la sopa? — dije.
— No me queda otra opción. Eres una pesadilla cuando quieres saber algo.
Contestó intentando aparentar fastidio. Aunque no había nada de eso en su tono de voz. Entonces comenzó a contarme:
— Hace años, cuando yo aún era pequeña, hubo una guerra. Fue horrible porque enfrentó a hermanos contra hermanos.
— He oído hablar de ello. La Guerra Civil. — Dije
— Eso es.Tus tías y yo nos fuimos a vivir al pueblo. Nuestro abuelo tenía una huerta y gracias a eso, no pasamos hambre ni nos sentimos en peligro.Sin embargo, echábamos mucho de menos Madrid, la vida que habíamos tenido, nuestra casa y a nuestro hermano mayor, que tuvo que ir a la guerra.Pero cuando realmente lo pasamos mal, fue al regresar a casa, después de la guerra, lo llamaron posguerra. En Madrid no había de nada. Tu abuelo y tus tíos se las apañaban para conseguir comida y bienes esenciales.
Esas primeras navidades fueron agridulces: Estábamos todos, pero no teníamos casi nada. El caso es, que conseguímos ingredientes diferentes entre sí, y mi madre decidió meterlos todos en una olla enorme.
Cuando estábamos sentados en torno a la mesa, llamaron a la puerta.Eran Soledad y Lorenzo nuestros vecinos de al lado, que llamaban para felicitarnos las fiestas.Eran ya muy mayores.Mi padre supuso que tendrían tan poco como nosotros y los invitó a cenar en casa.Ella se negó a no ser que aceptáramos lo poco que tenían: un kilo de arroz y dos huevos. Mi madre dijo que sí encantada. La sopa se enriquecería y la conversación también.