MIS LUNAS, MIS VOCES, MIS CREACIONES.

Cerré la puerta arrepentida. Suspiré y conté hasta diez antes de girar la llave.

Una parte de mi corazón se quedaba en casa, durmiente, sin la conciencia del tiempo ni de la ansiedad que, como una mochila, llevo sobre mis hombros.

En teoría hago mi trabajo feliz y serena. Pero mi interior sigue en casa, disfrutando de cada una de las sensaciones que compartimos, de nuestras miradas cómplices, de nuestros enfados, de cada una de las mil Lunas que hemos admirado, a veces escondidas por un grupo de nubes y otras, grandes como un queso y reflejadas en el mar o en gajos finísimos.

Reímos y lloramos cual pandilla de intensos, sentados en la mesa atiborrándonos de todas las experiencias que la vida real, (la que dicen que hay al salir de la urbanización), nos niega.

Yo no dejo un bebé en casa porque la vida no me lo regaló. Yo llevo conmigo a mis criaturas: a Alma, a Eric, a Olfo, a Marcelo, a Eva, a Sofía,a Daniel y, a tantos seres maravillosos, que, a veces tengo que regañarlos para que no me hablen todos a la vez. Cada uno de ellos me completan, me retan y me enorgullecen tanto, como sus álter ego me avergüenzan.

Abro la puerta. Los cabrones han empezado sin mí, que me libero de las Doctor Martens, el sujetador y la puta mascarilla para abrazarlos uno a uno y seguir contando sus historias. Ahí está la mujer empoderada de verdad.

Los llevo, los traigo y los amo, son cada uno de los personajes de mis novelas. Son parte de mí y de tí. No te sorprendas mucho si te lees en ellas.