SAL EN EL CORAZÓN Y LLUVIA EN LOS ZAPATOS.

Hoy no sé qué escribir, así que…

Os regalo un trozo de uno de mis proyectos. Una historia sobre el amor y lo mucho que duele la distancia y las despedidas.

“ Pasamos juntos el puente de la Constitución. Diciembre ya había llegado con un poco de viento y ese día trajo lluvia . Pero Eva decía que tenía prohibido quejarme del clima. Y es que, ya había comprobado yo, que Madrid era una cámara frigorífica en comparación a nuestro pueblo pesquero.

Los días pasaron el doble de rápidos, a una velocidad injusta y traidora. Y se marchaba.Ya había guardado su bolsa en el coche y se había vestido con esos modelos que llevaba cuando no estaba conmigo: Una camisa blanca, un pantalón de vestir, unos tacones de vértigo.Formal, elegante, presa del “qué dirán”.

Cumplíamos su ritual, despedirse de la playa, de nuestra playa.

Me miró.

Reconocí sus ojos juguetones, los mismos que me miraron por primera vez veinte años antes. Sabía lo que venía después. Miró a la playa y se descalzó.

— ¿Te atreves?

Lo siguiente fue ir dejando nuestras prendas tiradas en la arena y correr hacia el agua en ropa interior.

Era diciembre y llovía.

Era una playa solitaria.

Había querido que se fuese rápido para que no doliera tanto.

Pero ¿me arrepiento?

Rotundamente no.

Nos entregamos al abrazo del deseo dentro del mar, con desesperación, pena y miradas llenas de “adiós y volveré”.

Llovía.

Nos mojamos.

No sé cuanto tiempo pasamos allí. Yo hubiera querido que Eva se quedase . Pero no.

Salimos del agua.

Yo me puse la ropa mojada.

Ella abrió el maletero y sacó de su bolsa unas cuantas prendas.

Me abrazó.

Me susurró un “ Volveré”

Subió a su coche y se marchó.

La noche cayó y calló. Porque ¿qué podía decirme la noche a mí?

Nada.

Estaba solo, con sal en el corazón, besos en la piel seca y lluvia en los zapatos.”