SU PERFUME.

Después de aparcar el coche y entrar al portal, he llamado al ascensor. Al abrirse las puertas, me han recibido restos de su perfume. Sé que nos hemos cruzado. Me ha llamado desde el coche para decirme que ha preparado un plato de aprovechamiento y cuando le he pedido detalles me dice que es una sorpresa que tengo que descubrir.

Seguro que me encanta y después de tantos años, 21, seguirá sorprendiéndome.

Junto a él todo es más fácil. Dicen que las parejas deben tener muchas cosas en común. En nuestro caso nos une el amor a nuestros padres, nuestros valores muy parecidos, dos gatos y lo mucho que nos reímos y que hemos llorado juntos. Por que, los malos momentos, esos de hospital, miedos y de tanatorio, son los que ponen a las personas a la altura y los dos hemos tratado de estarlo.

Me calma, me cuida y me regaña para que ordene mis espacios físicos y mentales.

Me lleva al cielo con sus besos y me acompaña al infierno con mis demonios.

No todo es perfecto.

Sin embargo, nunca hubiera elegido mejor compañero para pasar por ejemplo el confinamiento. Pasaría otro con su compañía, sus platos de pescado al horno, su abrazo de consuelo cuando echaba de menos a mi madre y el calor que despide su cuerpo, tipo radiador y mejor que cualquier manta.

Le pido cada día matrimonio. Y dice que sí. Igual, dentro de mi caos lo único que está en su sitio es lo mucho que le amo.

Hoy su perfume me recuerda al cobijo de su abrazo cuando escondo la cara en su cuello.