SÚBITAMENTE
Le conocí en un tanatorio.
¡Vaya mierda de sitio para conocer a alguien!
Igual era una pista de cómo iba a terminar lo nuestro. Dos meses después de marcharme de la empresa tuvo lugar la presentación de mi novela. No supieron clasificarla. Lógico. Si la había parido yo. Dijeron que tenía de todo thriller, amor, misterio…
Ese día yo estaba especialmente preocupada. Había ido a la peluquería. Había comprado ropa un poco más formal. Mis padres me escribieron desde el taxi que les dejaría en la puerta de nuestra librería favorita. Salí a recibirles y se me llenó la cara de sorpresa cuando vi descender del coche a Camila y a Jonás junto a ellos.
Les abracé.
— Pero ¿ Qué hacéis aquí?
¿ Cómo…— comencé a decir.
— ¿ Cómo nos hemos enterado?
Susie, me conoces. No quisiste cogerme el teléfono, así que llamé a tu madre. No pensaba perderme este día — dijo Camila, mi Camila.
Abracé a mis padres. Y susurré un « gracias» al oído de mi madre.
Miré el reloj: 30 minutos. Dos cuartos de hora. 1800 segundos.
— Lo harás bien— dijo mi padre.
Lo hice. Casi ni recuerdo el speech que solté. Lo llevaba ensayado. Fue fresco, sincero y al mismo tiempo tuvo ese toque publicitario que había manejado a la perfección en cientos de reuniones en la agencia.
Tras la firma de libros fuimos a celebrarlo a mi restaurante favorito, cerca del Barrio de las Letras. Reímos, me dejé aconsejar y mimar, les conté cómo había sido el proceso de edición y los tira y afloja para decidir la ilustración de la portada. Gané yo.
Pasaron unos meses. Prefiero no pensar en cuántos, pero fueron pocos (4 meses, 120 días,
2920,003 horas) . Desde ese día hablaba con Camila o nos escribíamos. Insistió en que volviese a la empresa pero me negué. Se aseguró de hacerme saber que tenía las puertas abiertas.
Una madrugada el móvil me taladró los tímpanos. Me había pasado con el ron. Incluso olía cómo si me hubiera derramado un par de cubatas encima. Cuando respondí me quedé helada. Eran las 5:45 del amanecer de un sábado. Camila había sufrido un ataque al corazón. Su reloj vital se paró.
Todo pasaba así en mi vida: súbitamente.