UN CORAZÓN LLENO DE ECO Y UNA CANCIÓN DE CHICAGO

Victoria Fortún
3 min readFeb 8, 2021

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Dicen que del amor al odio hay solo un paso. Yo creo que lo contrario al amor es el desamor y, que del desamor al odio hay muchos pasos.

No todos queremos del mismo modo. Es más, hay personas que se niegan a querer o no lo transmiten. Se sienten débiles diciendo “Te quiero”, y así, la vida se les va. No solo la de ellos, la de los demás. Se van, pasan a otra dimensión, a otro vagón del tren sin que les dijeran lo que sentían, un sentimiento bonito pero no supieron o no quisieron tener la generosidad de repartir esas flores que crecían en su corazón. Esta es la historia de Julia, dedicada a una mujer valiente que quiso escoger el modo en el que quería ser amada.

Ricardo y yo tuvimos muchas idas y regresos.Casi siempre era yo la que volvía, con la esperanza de que él me entendiese y me dijese lo que yo sabía que sentía. Él, a veces reflejaba cierta dignidad y orgullo, como si sintiese que había ganado en la competición de “quién es más fuerte”. Yo no me sentía perdedora. Regresaba a su casa, me besaba, hacíamos el amor y me decía que era una tontorrona y que yo ya debería de haber sabido que volveríamos y que era lo que había.

Lo que había.

Había silencio. Después de uno de mis “te quiero” no me respondía. Si le insistía me miraba y sonreía. Me llamaba pesada si le pedía una llamada o un mensaje cuando viajaba por trabajo. Por supuesto, el día de los enamorados, sí, ya sé, muy comercial, no había detalles ni flores ni algo diferente al resto de los días.

No sé cuando me rendí. Sí. Sí que lo sé. Nunca. Una parte de mi corazón siempre le querrá. Pero fue mientras veíamos una película de amor, cuando yo me secaba las lágrimas, cuando el suspiró y se levantó del sofá molesto. Se lavó los dientes y se fue a la cama sin terminar de ver la peli que acababa genial.

Me acerqué a darle un beso y chasqueó la boca molesto.

A la mañana siguiente recogí mis cosas y me marché. Dejé nuestras fotos en sus marcos para que fuera él quien las recogiera cuando también mi recuerdo le importunase.

Pasaron las semanas. Creo que casi un mes después me llamó para invitarme a cenar.Increíble. Se olvidó.Mandó un mensaje de disculpa. No contesté.No quise saber más.

Lloré tanto que ya no supe si lloraba o era que llovía, porque los días me parecieron nublados y tristes.

Y, un día, ya no lloré más. Dejé sitio en mi corazón para la risa, la lectura, los amigos, los viajes y la valentía de volver a intentar amar.

A lo largo de los años, esa joven dolida que vive en mí, ha deseado coger el teléfono y escuchar “Hard to say I’m sorry”, recibir unas rosas o, verle de nuevo y sentirle arrepentido. Esa joven, la mujer que se casó , amó a otro y tiene una vida llena, no puede perdonarse a sí misma por dejarle sin haber conocido nada más que el sonido de su corazón, lleno de nada, de eco y vacío.

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Written by Victoria Fortún

Me gusta contarme historias y por eso las escribo. Mi cerebro bulle . Estornudo letras. Invento ficción para no morir de un cólico de realidad.

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