UN JUEGO DE ADRENALINA Y TRAICIÓN.
Me di cuenta de que echaba de menos mi vida, cuando mi cuerpo se hizo inmune a la adrenalina. Mentir fue divertido durante un tiempo. Rejuvenecí ¿ Qué quieres que te diga?
Probar otro cuerpo, uno joven adornado con seda, melena de peluquería, perfume sensual…Malena y yo habíamos coincidido en una cena de trabajo. Una pelirroja irresistible. Esa fue la primera de las noches en las que intimamos.
Me sorprendí cuando, al llegar a casa de mi viaje al día siguiente, Clara no notó nada. Tenía otros asuntos más urgentes que atender: nuestros hijos, su padre enfermo, su trabajo, la logística doméstica…Pero sobre todas las cosas, se fiaba de mí.
He estado jugando casi un año. No había tenido remordimientos hasta la semana pasada. De repente me vi admirando las canas de Clara, su modo de sonreír a mi hija y de cargar en la cadera al pequeño. La observo durmiendo, abrigada con su pijama de franela que huele a Musk de Jovan, una colonia de 10 euros que lleva usando 25 años y cuyo aroma empapa mis recuerdos.
No quiero perderla.
Pero no se merece que le mienta más.
Malena ni se ha inmutado cuando le he expresado mi decisión. Incluso se ha burlado un poco de mí.
— El que no tenía claro que esto era solo un juego eres tú, chato. Ya tienes mi número, para cuando quieras quedar de nuevo.
Ha cogido su bolso y se ha marchado.
No solo se trata de Clara, sino de mi vida en general. Los niños. Sí. Son agotadores, pero me dibujan una sonrisa de verdad cada vez que me miran, como si yo fuese importante, un súper héroe o algo así.
Mi casa. Nuestro hogar. Se me ha quedado pequeño en miles de ocasiones. Hoy solo con pensar en despertarme en cualquier otro lugar, se me han encharcado los ojos.
¿ Qué hacer?
¿ Decir la verdad y perderlo todo?
¿ Ser valiente y hacer daño a la mujer más importante de mi vida?
¿ Llevar esta losa sobre mi conciencia?
He dejado las llaves sobre la repisa de la entrada. La casa está muda ¿ Dónde están?
— ¿ Hola? — saludo y me responde el silencio.
Clara no está. Los niños tampoco. Un sudor frío recorre mi cuerpo.
Me quito la corbata. Intento respirar despacio. Cambio el traje por mi ropa de algodón tras una ducha tibia, aunque sigo sucio por dentro.
Busco su número en mi móvil y marco. Me responde su voz temblorosa:
— Javier, hemos tenido un accidente.
— ¿ Dónde estáis?¿ Estáis bien?¿ Qué ha pasado?
— Nos ha arrollado un coche. Ni siquiera lo he visto venir— responde tiritando.
— Clara ¡ Por Dios!
Dime si los niños y tú estáis bien.
— Tenemos golpes por todas partes y el airbag me ha causado una quemadura en la cara.
— ¿ Donde estáis?
— En la comisaría. La mujer que conducía, una pelirroja, se dio a la fuga.
Recojo lo básico y voy en busca de mi familia. Desde el coche marco el número de Malena rezando para que todo sea una casualidad.
Cuando descuelga sé que mi vida ha terminado.
— Olvidé decirte que el juego no se acaba hasta que yo lo decido— contesta perversa.