UNA MALA NOCHE.

Victoria Fortún
2 min readNov 22, 2020

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ADIÓS Sr DIRECTOR.

Yo quiero dormir, de verdad. Pero ella (sé que es una mujer) se sienta cerca de mi oreja derecha y me susurra cosas.

— ¿Puedes contármelo mañana, ricura? — le digo de mala leche.

— No — responde mi musa, con una risa que me contagia.

— ¿Tú de dónde has salido?

— Me has creado tú. Puedes decirme lo de Darth Vader: « Yo soy tu madre» pero no te va a salir la voz.

Me levanto. Voy al salón y dejo que me dicte esta locura. Todo ficción.

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Llegó a casa temprano, deseando que la ducha arrastrase el olor a muerte. Darío había dejado su pijama sobre el radiador. Por esa y muchas otras cosas le adoraba. Las lágrimas atascadas por fin tuvieron permiso para salir y, de repente, sintió el cansancio y la pena entrar, sin molestar mientras se daba un poco de crema y empapaba su pijama de colonia infantil. La colonia infantil le recordaba los comienzos, cuando Sam, su hijo era un bebé . Su recuerdo le alejaba de la muerte, de las guardias eternas y los esfuerzos en vano, de la UVI, del virus, de la triste realidad. Pero estaba en casa.

El aroma del café la hizo regresar. Se sonó de nuevo la nariz y se condujo a la cocina.

— Una mala noche ¿no? — él con una mirada la leía.

Asintió.

— ¿Quieres hablar?

— ¿Te acuerdas lo que te conté del colegio, cuando era pequeña?

— Sí. Lo pasaste mal.Los niños pueden ser muy cabrones.

— A los niños logré perdonarlos con el tiempo. El caso es, que el director de mi colegio tenía unas teorías muy raras sobre lo fuertes que nos hacían los insultos y los golpes para la vida futura. A él sí que le deseé la muerte en más de una ocasión. Era un hijo de puta.

— ¿Y?

— Era además de director, mi profesor de matemáticas. Me sacaba a la pizarra y me humillaba delante de todos. Me decía que nunca lograría ni sacarme la educación básica,me llamaba gorda y cuatro ojos.

— Pero aquí estás — dijo ofreciéndole un chocolate porque con el café no pegaría ojo y preguntándose a dónde quería llegar con esa charla sobre su infancia.

— Ha sido uno de mis pacientes. Durante esta semana he tratado de sacarle adelante. Ni siquiera se hubiera acordado de mí. Lo hemos intentado todo. pero sus pulmones no han respondido.

Rompió a llorar.

Darío la escondió entre sus brazos.

— Nena, eres médico, no Dios. No puedes salvar a todos.

— Es que, él vio cómo murió mi infancia y no hizo nada. Y yo… no me merecía ver cómo acababa su tiempo aquí.

— Quizá ha muerto contigo para demostrarte que estaba equivocado. Tú sí que vales. Ahora tómate el cola-cao y vete a la cama. En un rato el monstruito de nuestro hijo irá a despertarte.

« Y me devolverá a mi yo de los 7 años, cuando aún era una niña con sueños.» Pensó ella.

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Written by Victoria Fortún

Me gusta contarme historias y por eso las escribo. Mi cerebro bulle . Estornudo letras. Invento ficción para no morir de un cólico de realidad.

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